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Adelardo López de Ayala
Es posible que desdeñes
¿Es posible que desdeñes
mi amor, porque eres devota,
cuando yo sólo te pido
obras de misericordia?
Tú verás, si atentamente
de mis dolores te informas,
que en mí puedes, vida mía,
ejercerlas casi todas.
Enseñar al que no sabe
es obligación piadosa...
¡Haz tú que mi amor aprenda
de ti lo mucho que ignora!...
Yo no sé qué sabor tienen
tus palabras amorosas,
ni el encanto de tus brazos
cuando amantes aprisionan,
ni los rayos di tus ojos,
ni los ayes de tu boca....
-Sácame de esta ignorancia,
que me mata de congoja,
y enséñame, pues ignoro
tantas dulcísimas cosas!
Dame, dame el buen consejo
que ha menester quien te adora,
para saber de qué modo
se cambia un alma por otra...
Y corrígeme, si yerro...
¡Verás mi obediencia pronta,
buscar la senda más breve
que en tu pecho desemboca!
Perdóname, si te injuria
mi pasión impetuosa,
pues sabes al que ama mucho
lo mucho que le perdonan.
Y no me niegues al menos,
cuando la pena me agobia,
que de consolar al triste
te ofrezco ocasión notoria...
Mas si es flaqueza el quererte,
con paciencia la soporta,
y a un tiempo, de esta manera,
los dos ganamos la gloria.
Estoy enfermo; visítame;
estoy hambriento; haz que coma;
y de mi alma, la tuya
calme la sed ardorosa.
Gime el corazón desnudo,
y se estremece y solloza,
porque tu amor no le presta
el abrigo de sus ropas.
Soy un pobre peregrino
que llama a tu puerta sorda:
mas, si tú me das posada
y en tu corazón me alojas,
no temas que nunca exija,
por mucho que el tiempo corra,
que redimas a un cautivo
que en serlo tuyo se goza.
En fin, si nada te mueve,
y despiadada malogras
la ocasión de practicar
tantas benéficas obras,
concédeme la que pido,
última piedad de todas:
entiérrame, que estoy muerto;
y puesto que eres de roca,
lábrame la sepultura
del mármol de tu persona.