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Adelardo López de Ayala
A la esposa de mi amigo
Con Placer hablo contigo,
yo que en mi vida te he hablado;
pues eres centro, y abrigo,
Y depósito sagrado
de la dicha de un amigo.
Dueña de su fe segura
y árbitra a un tiempo te ves
de su gozo o su amargura;
que él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.
Aunque Marte galardone
su esfuerzo nunca domado
y cien veces le corone,
y en los negocios de Estado
consiga más que ambicione;
y aunque atenta a su interés,
siempre constante y segura
fortuna bese sus pies,
él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.
La mujer nuestra existencia
condena a dolor profundo
o a perpetua complacencia;
Y no hay poder en el mundo
que revoque la sentencia.
Él adora tu hermosura,
e insoluble el lazo es
que formó vuestra ternura:
¡Ya no tendrá más ventura
que aquella que tú le des!
Como al sol por sus reflejos
logramos adivinar,
y por su aroma al azahar,
y el grave son desde lejos
anuncia cercano el mar,
yo adivino tu alma pura
en la apacible quietud
del hombre que amor te jura,
y contemplo en su ventura
resplandecer tu virtud.