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Adelardo López de Ayala
A Sara
Noé, segundo Adán de los mortales,
de turba irracional acompañado,
en el arca famosa anduvo a nado
hasta que vio pacíficas señales.
En la ausencia, que es arca de mis males,
me encierran tu rigor y desagrado,
de mil remordimientos acosado,
que son los más feroces animales.
Con esta carta, a guisa de paloma,
tímidamente me aventuro, y pruebo
si se ha calmado el mar de tus enojos...
Dímelo por piedad; que, si no asoma
la pacífica oliva, no me atrevo
a presentarme a tus divinos ojos.