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    Alfonso Verdugo Castilla

    A Nuestra Señora de la Aurora

    Ya del eterno Sol, divina Aurora,
    a tu Albor matutino, un nuevo día,
    renace el pueblo y de la noche fría
    huye el horror y el cielo se colora.

    Ya te saluda en tu primera hora
    tanta ave dulce, dulce Ave María,
    compitiendo en tu agrado la armonía
    del que himnos canta y del que culpas llora.

    Salude alba tan pura húmedo cielo
    con fecundo rocío y tu semblante
    vivifique uno y otro campo adusto.

    Vuelve, Señora, a ser nuestro consuelo;
    danos nube de lluvias abundante,
    como antes diste de tu seno al «Justo».




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