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    Ángel de Saavedra

    La niña descoloría

    Pálida está de amores
    mi dulce niña:
    ¡nunca vuelven las rosas
    a sus mejillas!

    Nunca de amapolas
    o adelfas ceñida
    mostró Citerea
    su frente divina.
    Téjenle guirnaldas
    de jazmín a sus ninfas,
    y tiernas violas
    Cupido le brinda.

    Pálida está de amores
    mi dulce niña:
    ¡nunca vuelven las rosas
    a sus mejillas!

    El sol en su ocaso
    presagia desdichas
    con rojos celajes
    la faz encendida.
    El alba en oriente
    más plácida brilla;
    de cándido nácar
    los cielos matiza.

    Pálida está de amores
    mi dulce niña:
    ¡nunca vuelven las rosas
    a sus mejillas!

    ¡Qué linda se muestra
    si a dulces caricias
    afable responde
    con blanda sonrisa!
    Pero muy más bellas
    al amor convida
    si de amor se duele,
    si de amor respira.

    Pálida está de amores
    mi dulce niña:
    ¡nunca vuelven las rosas
    a sus mejillas!

    Sus lánguidos ojos
    el brillo amortiguan;
    retiemblan sus brazos:
    su seno palpita;
    ni escucha, ni habla,
    ni ve, ni respira;
    y busca en sus labios
    el alma y la vida...

    Pálida está de amores
    mi dulce niña:
    ¡nunca vuelven las rosas
    a sus mejillas!




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