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    Antonio Lussich

    Los tres gauchos orientales

    Coloquio entre los paisanos Julián Giménez, Mauricio Baliente y José Centurión sobre la Revolución Oriental en circunstancias del desarme y pago del ejército

    PERSONAJES

    JULIÁN GIMÉNEZ.
    MAURICIO BALIENTE.
    JOSÉ CENTURIÓN.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Dios lo guarde! Ha madrugao
    esta mañana aparcero,
    ya tiene al juego un puchero
    ¡y un churrasquito ensartao!


    MAURICIO BALIENTE

    Don Julián, ¿cómo le va,
    de su cuerpo contra el suelo,
    agarró el pájaro al vuelo
    ¿qué anda haciendo por acá?


    JULIÁN GIMÉNEZ

    A visitarlo venía
    pues nos van a licenciar,
    y no me quiero marchar
    sin que hablemos este día.

    ¿Y usté cordial no Baliente,
    pero siempre muy prolijo,
    ¿a que tiene ya de fijo
    también el agua caliente?


    MAURICIO BALIENTE

    ¡Cuando nada me ha faltao,
    soy gaucho muy albertido,
    y como hombre prevenido
    siempre estoy bien empilchao!

    Arrime aquella carona
    amigaso y siéntese,
    si algo sabe, cuénteme
    de esta paz tan comadrona.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Como no, cuñao Baliente,
    vaya usté ensillando el mate,
    para que ansí mi gasnate
    pueda correr delijente!


    MAURICIO BALIENTE

    Tratemos pues de matiar
    ¿quiere dulce o cimarrón?
    De los dos tengo ración
    como poderlo agradar.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    No soy gaucho resongón
    como usté guste aparcero,
    pero pa elejir prefiero,
    al amargo, el con terrón.


    MAURICIO BALIENTE

    La helada ha sido muy juerte
    de campo no mudaremos,
    ansí es mejor que prosiemos
    de nuestra tan triste suerte.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Algo serio le he de hablar,
    ponga el oído compañero,
    que es bastante lastimero
    lo que le quiero contar.


    MAURICIO BALIENTE

    A su mancho aquí estoy
    tiene pronta mi atención,
    córrase más al fogón
    porque a echarle leña voy.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    El guacho voy a largar
    y oigame amigo Mauricio,
    que es de este horrible desquicio
    lo que usté me va a escuchar.

    Hoy de nuevo la Nación
    vuelve a cerrarnos la puerta,
    que sólo se encontró abierta
    por nuestra revolución;
    otra vez es la ocasión
    de emigrar al extranjero,
    esto por acá está fiero
    pa el blanco puro y lial,
    y como güen nacional
    a otra tierra dirme quiero.

    ¿Qué les importa a esa gente
    nuestros grandes sacrificios,
    o si hemos prestao servicios
    a nuestra causa, fielmente?;
    usté ha de estar bien corriente
    con quien vamos a tratar,
    y yo, como he de olvidar
    a los que han muerto a mi hermano;
    y antes de darles la mano
    mejor me mando mudar.

    Si amigaso don Mauricio
    nos han engüelto y boliao,
    lindaso nos ha pialao
    el General Aparicio;
    ya se acabó el sacrificio
    y el desarme va a venir,
    yo de acá quiero salir
    de este enrriedo o barajusta,
    y usté aparcero, si gusta
    me puede tamién seguir.

    Seis años de emigración
    en suelo extraño tuvimos,
    penurias, males, sufrimos
    con grande risinación;
    cuando vino la invasión
    nos encontró decididos
    y hoy desgraciaos y vendidos
    cono hacienda por dinero,
    volvemos al extranjero
    dejando bienes queridos.


    MAURICIO BALIENTE

    Don Julián, ansí es la suerte
    fortuna o albercidá,
    ¡unas veces gloria da
    y otras veces da la muerte!

    Yo una haciendita tenía
    y un rancho de material;
    la suerte de en par en par
    tuitas seis huertas me abría.

    Y sin mermar trabajaba,
    pasando alegres los días,
    ¡cuando yo me pensaría
    que ansí mi suerte acababa!

    Tuito, tuito se perdió
    lo tuve que abandonar,
    saqué lo que pude alzar
    y a lo demás, dije adiós!

    ¡La guerra se lo comió
    y el rastro de lo que jue,
    será lo que encontraré
    cuando al pago caiga yo!

    Y una prenda yo tenía,
    su ricuerdo me entristece,
    la vista se me humedece
    al acordarme tuabía,
    triste para mi jue el día
    que tuve que separarme,
    para dir a presientarme
    a mi causa voluntario:
    ¡siempre traigo el relicario
    que ella medió al ausentarme!

    La guerra cuñao siguió
    y la que ansí me quería,
    vivir sin mi no podía
    y la pobre se murió;
    dende entonces ando yo
    echando al aire lamentos,
    que son quejosos acentos
    de un alma de amor partida;
    que en esta tan triste vida
    sólo encontró sufrimientos.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Ha sentido usté esa muerte!
    El ricuerdo lo ha abatido,
    está tristaso, aflijido
    ¡que quiere cuñao! ¡la suerte!


    MAURICIO BALIENTE

    Don Julián, si usté sabiera
    Lo que se sufre en amando,
    ¡uno vive suspirando
    aunque suspirar no quiera!

    Ella es su prenda querida
    ella es su sueño durmiendo,
    sin ella vive sufriendo
    sin ella ¡pa que es la vida!

    Pero vamos a dejar
    eso amigo, en la ocasión
    yo no encuentro una razón
    en lo que acaba de hablar,
    lo he sentido a usté culpar
    al General Aparicio,
    el que tanto sacrificio
    ha hecho dende la invasión;
    voy a darle mi openión
    y causa de este desquicio!

    ¡Usté se acuerda, cuñao!
    el suelo patrio pisamos,
    y a poco andar lo golpiamos
    a Frenedoso el mentao;
    de allí juimos a otro lao
    tierra adentro cabriolando,
    de vez en cuando sentando
    lindo la gama, aparcero;
    es decir a lo certero
    porque díbamos triunfando.

    Y el que no aflojaba a uaides
    en crudaso y terutero,
    jue a golpiarse con su apero
    hasta la gran Güenos Aires;
    diciendo que por desaires
    de su pago se había alsao;
    mienta criollaso a otro lao,
    cuente lo que ha sucedido,
    que en el Rincón jue vencido
    don Másimo y redotao.

    Tamién con Carabajal
    lindamente nos topamos,
    ¡pucha digo! si lo arriamos
    como yeguas a un corral;
    y don Castro el General
    nunca olvidará a Espuelitas,
    pues le dimos tortas fritas
    hasta que quedó atorao;
    ¡ese día si he carchao
    prendas de plata nuevitas!

    Dispués vino Ceverino
    allí rayamos los pingos;
    que día de matar gringos
    si era lansiar a lo fino:
    ricuerda cuando se vino
    aquel batallon a un flanco
    que cargaba quepi blanco,
    ahí si jue berenjenal
    y vieron que el nacional
    no había sido ni era manco.

    En Mercedes, Corralito,
    en Soriano, y en la Unión,
    siempre y en tuita ocasión
    sabimos pegarle al frito;
    pero por Cristo bendito
    se vino el dotorerio,
    de bombilla y tinterio,
    y ya empezó el barajuste,
    sin que habiese más ajuste
    peliaban po el poderío.

    Andaban como manada
    los ases en esa Unión,
    haciendo la división
    y basa con la gauchada;
    hasta con la muchachada
    pueblera que había venido,
    les hablaban de un bandido
    tal o cual pa su interés;
    ansí que dende esa vez
    jue cayéndose el partido.

    De allí templamos cuñao
    pa con Suárez retozar,
    cuando juimos a acordar
    el pájaro había volao;
    Se nos había eclisao
    de la Sierra ese gilguero,
    y hasta el Sauce compañero
    no se nos quiso sentar:
    ¡más vale no ricordar
    lo que pasó allí aparcero!

    Que retirarnos tuvimos
    dispués de esa grande aición,
    ese día la opinión
    por casi, casi perdimos,
    pero pronto nos golvimos
    otra vez al gran montón,
    y vivando a la Nación
    estubimos disponidos,
    pa peliar a los bandidos
    con valor y decisión.

    Ya se estaban desgranando
    tinterillos delicaos,
    y los de en silla, montaos
    tamién se estaban sentando;
    sólo nos juimos quedando
    los güenos y parejitos,
    lanciadores probaditos
    y nada de entreveraos,
    otra bez ansí cuñaos
    nos juntamos los puritos.

    Pero pa más estrupicio
    los letraos se nos golvieron,
    y ya tamién disunieron
    a Munis con Aparicio;
    ay empesaron su oficio
    de entregas y plumería,
    ansí que de día en día
    la cosa se jue mermando,
    y el patriotismo acabando
    con esa ambición que había.

    ¡Don Julián! sólo un dotor
    salió güeno y guapetón,
    ese no afloja al botón
    es letrao y escrebidor;
    güen gaucho como el mejor
    pa entreverarse en pelea,
    su lansa remolinea
    como culebra enojada;
    siempre sale ensangrentada
    ¡jue pucha! que colorea.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Que me bá a decir Baliente!
    lo conosco de piapa;


    MAURICIO BALIENTE

    ¡Pucha! nada se le escapa
    conoce a tuita la gente.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Cómo no conocer yo
    al Coronel más mentao,
    que ande quiera que ha peliao
    de siguro que triunfó!
    Dolores, Tacuarembó,
    Cuñapirú y los Queguays,
    y en tuitas partes del país
    Salvaña, es tan conocido,
    como ese pasto estendido
    que en tuita tierra echa rais.

    ¡Y qué mozo! da calor
    verlo montao en su flete,
    bien aperao y paquete
    y peine para el amor;
    tenía un bayo rayador
    como benao de lijero,
    siempre con él el primero
    dentraba con bisarría,
    ¡ay juna! daba alegría
    el ver a ese compañero.


    MAURICIO BALIENTE

    Aura si que me ha tirao
    dos cuerpos en la carrera,
    será por la vez primera
    que otro me haiga aventajao.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Quien me ha ganao a prosiar
    a bailarín ni a cantor,
    ni a manates de mi flor
    le he sabido recular.


    MAURICIO BALIENTE

    Ansina yo me he esplicao
    por la queja que usté dio,
    no es el general, crealo
    quien nos deja tan tiraos;
    son unos cuantos letraos
    mala plaga de este país,
    que el diablo les diera mais
    en vez de pluma y tintero;
    o alfalfa de algún potrero
    y otras yerbas, ¡e ainda mais!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Tamién medio portuguez
    amigaso es por lo visto;
    ¡no tiene nada de cristo
    cuando canta alguna vez!


    MAURICIO BALIENTE

    Ansí soy yo, dibertido,
    pero cuando el lomo hincho,
    ¡sambullo como el capucho
    que de cerca es persiguido!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Tiene razón y no miente,
    mejor habiéramos ido,
    si nunca habiese venido
    a enviedarnos esa gente;
    que se llama inteligente
    y nos quiere enbozalar,
    para hacernos cabristiar
    y servirles de estrumentos,
    por que tienen el talento
    de las lauchas pa uñatiar.

    A la raya acérquese,
    ¿que le gusta, paz o guerra,
    o emigrar para otra tierra?
    sin tapujo esplíquese;
    bien se sabe, ya se ve,
    la patria es mejor dejuro,
    pero tamién le asiguro
    que tranquilo no va a estar,
    pues se lo van a limpiar
    y yo, por eso me apuro.

    Como quedar no va a haber
    van a enlasarnos mansitos
    y como a los corderitos
    pialar nos han de querer;
    conmigo no han de poder,
    soy arisco pa promesas,
    ¡que no me vengan con esas!
    ¡Es falso ese oro aparcero!
    ¡Enjaulen a otro jilguero,
    no son para mí esas presas!


    MAURICIO BALIENTE

    Yo no sé que retrucar
    estoy como un ay de mí,
    es tanto lo que sufrí
    que no sé ni ande dentrar:
    ¡dese güelta! va a llegar
    nuestro amigo Centurión,
    de juro en esta ocasión
    su parecer nos va a dar;
    ¡llámelo! ¡se va a acercar
    y paremos la atención!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Qué es eso don Centurión?
    de largo pasa este día,
    está la mañana fría
    ¡alléguese a este fogón!

    ¡Aprosímese a está yunta!
    ¿Y como va ese valor?
    véngase al calentador
    y chupará por la punta.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Aunque voy medio apurao
    quiero acetarle el enbite,
    pues ya he tomao el desquite
    en lo mucho que he trotiao.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Está gordaso su flete!


    JOSÉ CENTURIÓN

    ¡Como no, le doy gramilla,
    pa que no afloje en la orquilla
    si lo monta algún paquete!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Qué quiere decir usté?
    ¡Ya lo piensa regalar!


    JOSÉ CENTURIÓN

    Me lo acaba de comprar
    Pelais el de San José.
    Como es gaucho paquetaso
    le gusta ensillar güen pingo;
    ¡pa montar ni es medio gringo
    sino paisano amachaso!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Qué se dice por su cancha
    qué tal está con la paz,
    yo creo que es nada más
    pa nuestra causa otra mancha?


    JOSÉ CENTURIÓN

    ¡Déjemne, ya prosiaré
    dispués de desenfrenar;
    le voy la sincha a aflojar
    que él pellisque, y yo hablaré!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Tiene estaca?


    JOSÉ CENTURIÓN

    Y de mi flor,
    ¡cuando yo ando desprovisto,
    siempre tengo tuito listo
    de la jerga al maniador!

    Soy gaucho lindo y parejo
    de bosal, laso y coyunda,
    poco me enrriedo en la junda
    de mi reborber ¡canejo!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Dejémonos de parola,
    vamos al frito, que ya
    estamos con ansiedá
    pa que nos largue la bola.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Que tienen para empinar
    que el garguero está en ayuna,
    dende que salió la luna
    que no sé lo que es chupar;
    mas hoy nos van a pagar
    y las botas nos pondremos,
    pucha ¡que le pegaremos
    al trago fiero! ¡cuñaos!
    Vamos a quedar mamaos,
    porque ya la paz tendremos.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Sabe que es usté ladino,
    no se cansa ni un momento;
    ¡su lengua es el movimiento
    de la rueda de un molino!

    Si me hace acordar a un pion
    estrangis que yo tenía,
    era labia tuito el día
    en su idomia aquel nación.

    Y pa mi era una ceguera
    sin poderlo remediar,
    tuito se golvía hablar
    que en su tierra rico era.
    Que tenía allí que tanto
    ¡trigo, mais, verdulería;
    y pienso que si tenía
    sería en el camposanto!


    JOSÉ CENTURIÓN

    Y sabe que uste no mengua
    ya andamos medios parejos,
    nunca le faltan consejos
    y sin pelos en la lengua.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Ya me tiró en la parada!
    Pero lárguese por fin,
    ¡No está oyendo este el clarín
    que está tocando carniada!


    JOSÉ CENTURIÓN

    ¡Tráiganse pues el porrón
    que a flus no quiero quedar,
    por la prenda he de empinar
    que me roba el corazón!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Quién es la favorecida?


    JOSÉ CENTURIÓN

    Eso sí quiero contar;
    ¡me gusta desembuchar
    y hablarles de mi alma y vida!

    Cuando juimos a la Unión
    a sitiar Montebideo,
    ¿recuerdan ustedes creo
    que mandaba medio tristón?
    Como no, mi corazón
    del cuerpo se me saltó,
    y tan juerte relinchó
    como bagual sin bastera,
    pialao por la vez primera
    que un domador ensilló.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Pero por qué corcobiaba
    tan juerte don Centurión,
    desembuche la razón
    de lo que ansí lo atristaba.


    JOSÉ CENTURIÓN

    ¡Saben que cuando un puñal
    dentra con juerza en el pecho,
    caí al suelo uno derecho
    sintiendo un agudo mal!

    El amor es como un tajo
    que a fondo va al corazón,
    si antes con prebisión
    no le dice ¡aquí te atajo!

    ¡Y como podrá pararse
    el tajo para librarlo,
    si no se siente clavarlo
    tampoco podrá quitarse!

    ¡Pero cuando ve que aprieta,
    usté se larga sin más;
    ni vuelve la cara atrás
    dejándolo al muy sotreta.

    Pero siguiendo mi cuento
    empriéstenme su atención,
    sino esta linda ocasión
    se la va a llevar el viento.

    Cerca del Paso Durana
    una manguera se hallaba,
    y una quinta, donde estaba
    la que ha sido mi tirana;
    jui por allí un mañana
    y oí un canto, ¡que si viera,
    del Cielo creí que saliera
    y haí no más paré la oreja
    haciéndome comadreja,
    me quedé oyendo de ajuera!

    ¡Pero que tiernos lamentos!
    ¡Qué tristesa! ¡qué aflición!
    Si el más duro corazón
    debiera sentir tormentos,
    al escuchar los acentos
    de aquella voz lastimera,
    si alzar el vuelo pudiera
    me le había emparejao,
    y algo le habiese cantao
    a esa mujer hechisera.

    Dispués se salió a la puerta,
    entonces más me almiré;
    ¡le asiguro que quedé
    con tamaña boca abierta!

    ¡Qué brillantes rilumbrosos!
    ¡Ni en el cielo las estrellas
    alumbran nunca tan bellas
    como la luz de sus ojos!

    ¡Qué cutis! Dios nos dejara
    como escarcha blanco era,
    si hacerme pulga pudiera
    lo sangre yo le chupara!

    Otra también se salió
    ¡madre mía! que gran cosa,
    linda como mariposa
    que en un rosal se perdió.

    A dos más bide benir
    de Cristo ya me pasaba,
    ¿por qué de allí no templaba
    quedrán ustedes decir?

    ¡Es que estaba tan pegao
    como la mugre a sus güesos!
    ¡Como al tacaño los pesos!
    ¡Como el engrudo colao!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Ya se nos volvió a ladiar
    con su prosa compañero,
    ¡sujete más el garguero
    y deje de retozar!

    La mugre aunque cosa fiera
    siempre se puede lavar;
    ¿y usté como va a sacar
    del cuerpo su madriguera?


    JOSÉ CENTURIÓN

    Se equiboca mi criollaso
    ni un tubiano yo ya tengo,
    en este momento vengo
    de darme un bailo amachaso.

    Siguiendo mi rilasión,
    otra salió ¡qué lucero!
    más brilloso y hechicero
    que aquel de la madrugada.

    Ellas en mí se fijaron
    y una a la otra dijo ansí;
    ¡Qué andará haciendo po aquí
    este moro, y me miraron!

    ¿Cómo lo pasa, señor?
    No gusta unté descansar,
    puede a la sala pasar
    ¿quiere hacernos tal honor?

    Nada me hice del rogar
    y el pellón le refalé
    a mi flete, y lo dejé,
    sujeto en un matorral.

    Pero sin saber por qué,
    ni en lo que en mí yo sentí,
    sé que a las mosas seguí
    y fue a la casa dentré.

    Allí tuitas cariñosas
    quién era yo, me dijieron,
    y a una viejita trajieron
    aquellas muy güenas mosas.

    Sentada estaba y sufría
    una grande enfermedá,
    era el ritrato en verdá
    de nuestra Virgen María.

    La pobre me saludó
    de güen modo y cariñosa,
    había sido muy hermosa
    en su mocedá, creo yo.

    Muy mucho me agasajaron
    y una tocó un estrumento;
    ¡qué manos! qué movimiento
    del tuito me intusiasmaron.

    ¡Qué guitarra! ¡qué acordión!
    ¡qué flauta! ¡ni qué pandero!
    ¡Si aquello diba certero
    al medio del corazón!

    Otra de ellas me ofertó
    colijo jue la cantora,
    ¡una debisa dotora,
    que bordadita me dio!

    Dende entonces les tomé
    pasión grande y hermanal,
    amor puro y sin igual
    que en mi pecho lo encerré.

    No es ese amor quemador
    como brasa que está ardiendo,
    y tuito va consumiendo
    con su juego matador.

    ¡Es el amor que en el alma
    suavesito va creciendo,
    y nunca vamos perdiendo
    por él, la paz ni la calma!

    ¡Es la pasión adorada
    que tiene la flor de rosa,
    cuando ve salir briosa
    la aurora tan esperada!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Acabe no Centurión
    que esa yerba ya ha cansao,
    en tuabía usté no ha hablao
    de la paz de esta ocasión!


    JOSÉ CENTURIÓN

    Tiene razón, pondré fin
    al amor, penas, dolores,
    ¡dejaremos esas flores
    pa dentrar a otro jardín!

    Aunque el amor y la guerra
    son casi de un parecer,
    nos hiere el uno sin ver
    nos echa la otra por tierra.

    ¡Yo prefiero un entrevero
    ande se pueda chusiar,
    que con polleras peliar
    para decirles te quiero!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    No es cristo don Centurión
    ¡ah grullo que ha pelechao,
    el amor lo ha refinao
    dele pues al pericón!

    Vea si viene el mercachifle
    de la caña, mi aparcero,
    que hacer gárgara yo quiero,
    y echar un poco en el chifle.

    Yo no entiendo más pasión
    ni más requiebros ni amores,
    que respirar los olores
    de jinebra un güen porrón.

    ¡Ella pa mí es la razón!
    ¡y el anís el sentimiento!
    ¡el licor es mi lamento!
    ¡y la caña el corazón!


    JOSÉ CENTURIÓN

    Si el barbijo más aprieta,
    don Julián hoy va a salir,
    compositor de a pedir;
    e intelijente pueta.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Ya me quieren engolver
    no son lauchas pal menudo;
    nunca naide pa mí pudo
    ¡cuando el querer es poder!


    JOSÉ CENTURIÓN

    Óiganme, voy a empezar
    lo que si ya les aviso,
    que es más largo que chorizo
    lo que quiero rilatar.

    En mi puesto me encontraba
    con un terne divertido,
    pegándole decidido
    a una jugada de taba;
    cuando siento se acercaba
    un soldao de polecía,
    el que a dos laos se venía,
    y hasta el cerco se allegó
    sin tapujos, y me dio
    un papel que me traía.

    Lo mandaba el comisario
    de nuestro pago el Minoano,
    medio diablón el paisano
    y pa los blancos corsario.

    En el papel me decía,
    amigo don Centurión,
    es llegada la ocasión
    de amostrarse en este día;
    Aparicio y compañía
    nos acaban de invadir,
    apróntese pa venir,
    limpie su lansa y el sable,
    que mañana es muy probable
    que en su busca hemos de dir.

    Sin querer nada esperar
    las pilchas a luz saqué,
    el sable y muarra limpié
    y me dispuse a marchar.

    De un facón que tenía allí
    y de tacuara una caña,
    hice una lanza tamaña
    poniéndole un tongorí.

    Dejé el puesto al capataz
    con la haciendita y el rancho;
    y dije, ¡ya está el carancho
    que se vengan los demás!

    Me alzé con tuito mi apero,
    freno rico y de coscojas,
    riendas nuevitas en hoja
    y trensadas con esmero;
    linda carona de cuero
    de vaca muy bien sobada,
    jergas, bajeras, ni nada
    de las carchas olvidé
    hasta mi chapiao cargué
    de pura plata labrada.

    Copas, fiador y pretal
    estribos y cabezadas,
    con nuestras armas bordadas
    de la gran Banda Oriental;
    no he güelto a ver uno igual
    recao tan lindo y paquete,
    ¡ay juna! encima del flete
    como un sol aquello era,
    ni recordarlo quisiera
    pa que ¡si es al santo cuete!

    ¡Qué cojinillo llevaba!
    de hilo puro y tan tupido,
    para hacer un lindo nido
    cuando la gente campaba;
    y un poncho que me quedaba
    de paño fino lo alcé,
    al fin casi completó
    del tuito mi pilcherío,
    lo que si del platerío
    otras cosas más saqué.

    Mis espuelas macumbés,
    mi rebenque con birolas,
    rico facón, güenas bolas,
    y linda manea, llevé;
    para el tirador me alcé
    diez pesos en plata blanca
    pa llegar a cualquier banca,
    pues soy medio jugador;
    ¡no me arrolla ni el mejor
    ni tengo la mano manca!

    Monté un saino brasiador
    pingo grande y parejito,
    para andar muy asiadito
    y bastante escarciador,
    ¡su cuerpo daba calor!
    y el herraje que llevaba
    como la luna brillaba
    en noche de escuridá;
    yo con orgullo en verdá
    en su lomo me sentaba.

    A los tientos del recao
    puse el poncho y até el laso,
    tamién arreglé de paso
    un maniador muy sobao,
    con presillas, bien cortao
    estacas, y una maceta,
    tuito sampé en mi maleta,
    y además até al bozal
    una mordaza oriental
    bien hechita y muy paqueta.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Amigo don Centurión
    ¿pa tantas pilchas colijo,
    llevaría usté de fijo
    carguero con tal montón.


    JOSÉ CENTURIÓN

    En la vida andar tirando
    me ha gustao un mancarrón;
    y menos en la ocasión
    llevar uno cabristiando.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Vamos dejuro aparcero
    a tarjarle el chiripá,
    tantas tarjas tiene ya
    que se parece a un arnero.
    No se empaca pa contar
    ni es lerdo en la rilasión,
    ya va largo el pericón
    acabe pues de prosiar.


    JOSÉ CENTURIÓN

    ¡Ya le albertí antes de ahora
    que el petardo era largaso,
    como tres tiros de laso,
    y una consulta dotora!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Si siempre tiene salidas
    este fantasma embrujao;
    hasta a el diablo lo hace a un lao
    con tan juertes embestidas.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Ansina soy, y seré
    ansina marcho viviendo,
    el mesmo seguiré siendo
    y el mesmito moriré.
    Pero no corten la hilada
    de la historia que seguía,
    sino ni basta este día
    pa que se quede acabada.
    Me salí de aquel tirón
    con tantas prendas de plata,
    que del cogote a la pata
    era un vivo rilumbrón.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    Usté va a sacar de aquí
    más de veinte rajaduras,
    tarjas y melladuras
    si sigue prosiando ansí.
    ¡Si no quedará esquilmao
    pa mentir don Centurión!
    ¡que labia al santo botón,
    va pareciendo un letrao!


    JOSÉ CENTURIÓN

    No soy criollo de esa gente
    llamada letra menuda,
    pero usté no ponga duda
    que soy gaucho entiligente.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¿Cómo es eso amigo Mauricio?
    Como su labia sujeta,
    ¡haber pues tamién si aprieta
    o habrá ya dejao el vicio.


    MAURICIO BALIENTE

    ¡Cuando diantre yo he apretao!
    Siempre me gusta escuchar,
    y dispués que oigo prosiar
    abro entonces mi candao.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Con que quedrá ser alcalde
    pero su ley será poca!


    MAURICIO BALIENTE

    Me gusta verle la boca
    cuando quiere hacer alarde.
    Denle duro al mancarrón
    que no afloje en lo parlero,
    en tanto que yo el puchero
    voy a sacar del fogón.
    ¡pucha! que esta espumadito,
    ¡qué churrasco bien asao,
    córranse para este lao
    y corten del calientito.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    ¡Si este Baliente, es matarse!
    Pa tuito tiene albertencia,
    y una grande conocencia
    pa siempre desempeñarse.


    MAURICIO BALIENTE

    ¡Están hablando de hambre
    y quieren que los combiden;
    de los que ni dan ni piden
    es este rico matambre.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Y yo que no me iba a piar
    ¡pucha! sonso habiese sido,
    porque me habiera perdido
    poder de arriba embuchar.


    MAURICIO BALIENTE

    ¡Qué don José, tan diablón
    siempre tiene dicharachos,
    y algunos dentres amachos
    pa chantar cada ocasión!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    El puchero y el asao
    hay de juro que asentar,
    ¿quién me quiere convidar
    con un negro bien armao?


    MAURICIO BALIENTE

    Cigarro le voy a dar
    pero si quiere ármelo,
    porque este lo arreglo yo
    a mi modo de pitar.


    JULIÁN GIMÉNEZ

    En la comida perdimos
    nuestra gran conversación.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Voy a limpiar mi facón
    y ya otra vez la seguimos.
    Siguiendo la rilasión
    salió mi flete escarsiando,
    y yo una copla cantando
    de la guerra al pericón;
    la pierna en esa ocasión
    lindamente me gustaba,
    y hasta el saino relinchaba
    de contento, créamelo;
    por eso colijo yo
    que el batuque le agradaba.

    Un tiro largo, trotié
    pa de paso visitar,
    un viejaso melitar
    en la barra del Cufré;
    cuando a la estancia llegué
    con gusto me recibieron,
    y desencillar me hicieron
    pa que mi flete pastiara;
    y ya sin finas que dentrara
    entre tuitos me dijieron.

    Pregunté por mi tocayo,
    y mi comadre me dijo,
    que había ensillao de fijo
    al primer canto de gallo;
    llevando el mejor caballo
    que en su tropilla tenía,
    pa llegar con sol tuabía
    a la estancia de Carrión,
    ande había una riunión
    de blancos para ese día.

    Entonces me dio pesar
    y quedé medio tristaso
    ella me dijo de paso
    lo que yo voy a contar.

    Compadre don Centurión,
    esto en confianza le digo
    yo sé que usté es nuestro amigo
    y no nos hará traición;
    a más es de la opinión
    y por eso le he albertido,
    pa que quede prevenido
    que Aparicio ya invadió,
    y mi marido marchó
    a riunirse a su partido.

    ¡Pobre viejo mi tocayo
    siempre guapo y tan patriota,
    no andaba espiando a la sota
    para ensillar su caballo!


    JULIÁN GIMÉNEZ

    En los juegos de la tierra
    hay que andar muy delijentes,
    no hacen basa los suplentes
    en los naipes de la guerra.


    JOSÉ CENTURIÓN

    Otro paisano llegó
    con el pingo muy sudao,
    y venía tan trasijao
    que al llegar se le aplastó;
    uno pa mudar pidió,
    se echó al corral la manada,
    y a la primer reboliada
    un oberito enlasó,
    ahí mesmito lo sentó
    de una solo rastrillada.
    Forastero ser debía
    de un pago medio lejaso,
    pues preguntó por el paso
    que más cerquita estaría;
    diciéndonos que tenía
    de dirse, gran presición,
    de baqueano en la ocasión
    me oferté para endilgarlo,
    y en la picada dejarlo
    a seguir su comisión.

    Yo me fijé en el apero,
    sencillito, y sin chapiao,
    eso sí, poncho forrao
    como para un aguacero,
    un facón muy terutero
    le bide yo de un gataso,
    y un pistolón trabucaso
    de su cintura colgaba;
    en guascas no le faltaba
    dende los tientos al laso.
    Mi comadre lo embitó
    pa que un rato descansase,
    y un matesito tomase
    que aunque de priesa acetó.
    Comenzamos a prosiar,
    y del paso le abisé,
    que estaba muy bola a pie
    y difícil de pasar;
    más que lo diba a llevar
    a una picada matrera
    en donde pasar pudiera,
    si él me quería endilgar
    pa que rumbo iva a tirar
    si curiosidá no era.

    Como el apero me vio
    el sable, trabuco y lansa,
    Colijo, que gran confiansa
    no tuvo, y me receló;
    Ansí lo malicié yo,
    y le dije, mi aparcero
    usté de acá es forastero
    pero entre amigos está,
    tal vez no conocerá
    otra cosa compañero.

    De la orilla del Cufré
    a la más alta cuchilla,
    naide lo afrenta ni humilla
    a este gaucho que usté ve;
    he sido, y siempre seré
    el taita entre los de aquí;
    pero siempre fiel le jui
    al que de amigo le hablé;
    y de hoy suyo lo seré
    ¡y esos cinco deme a mí!

    Ande quiera es Centurión
    amigo de sus amigos,
    terror de los enemigos
    y criollaso de riunión;
    no soy manso pa el facón
    y lo que es pa barajar,
    como pulga en el picar
    de listo, soy rajacuero;
    y pa más, soy el puestero
    del estrangis más bosal.

    Don Fruto me retrucó
    con voz rellena y muy juerte,
    ¡alabo mucho su suerte
    y sépase quién soy yo!

    Me llamo Fruto de nombre
    y Costa de apelativo,
    de gaucho guapo y altivo
    tengo en mi pago renombre,
    le asiguro que no hay hombre
    más mentao en el Chaná,
    ni la mesma autoridá,
    me lleva con el encuentro,
    ellos saben que ande dentro
    respetao tuito será.

    Aunque me ve medio viejo
    tamién me gusta el amor,
    y soy pa compositor
    peine que ni liendres dejo;
    en tuito yo soy parejo
    soy gauchaso y soy dotor,
    pa bailar soy volador
    y en el eje soy lijero,
    ¡es al fin un terutero,
    don Costa, su servidor!

    Y ya que nos relinchamos
    ¿vamos a desembuchar?
    Si se quiere emparejar
    de esta cancha nos ladiamos.
    Con tapujos jamás ando
    y ande quiera decensillo;
    ¡ni me engüelbo en el obillo
    y tuito a guardar lo mando!

    ¡Con qué don Fruto sea franco
    ahí mesmo le pregunté;
    ¿De que opinión es usté,
    será colorao o blanco?

    Aunque el viejo era matrero,
    me dijo, le tengo fe,
    y ahora mesmo empesaré
    ¡y ansí se vino al pandero!
    Usté me parece lial
    amigo don Centurión,
    ¡voy a abrirle el corazón
    como lo hace el Oriental!

    Paisano soy y he de ser,
    y de la blanca debisa,
    no es bordada, sino lisa
    pero la sé defender;
    ande quiera lo hago ver,
    y ahora voy a la riunión
    a ofertar a mi opinión
    este brazo en su servicio,
    para ayudar a Aparicio,
    en su gran rebolución.

    ¡De este compinche la mano
    que la apriete usté yo quiero,
    de hoy más tiene un compañero
    para peliar al tirano!
    Nunca José Centurión
    pelió contra su partido,
    jue siempre muy decidido
    pa ayudar a su opinión;
    ya que empieza el pericón
    para el frito nos iremos,
    y allí juntos bailaremos,
    vamos pues a presientarnos,
    y ante Aparicio mostrarnos
    que recibidos seremos.

    ¡Y eché al diablo al comisario
    que la carta me escribió,
    pa mi causa me iva yo
    como blanco partidario!
    Y a don Fruto le conté
    del cristo que me escribió,
    muy mucho lo dibertió
    el modo que lo engañé.
    A esas horas ya la cruz
    de juro que me habría echao
    lo había al sonso madrugao,
    ¡y con patas de avestruz!

    Seguimos siempre marchando
    en un bajo, y por la orilla,
    de una machasa cuchilla
    la que estábamos costiando;
    cerca digamos llegando
    a una estancia y pulpería;
    el hambre nos perseguía
    y era tiempo de embuchar,
    allí fuimos a buscar
    por si algo pronto tenía.

    ¡Llegamos a la ramada
    de la esquina o del boliche,
    pedí al pulpero un espiche
    pa tomar la convidada!

    ¡Jue pucha! que mostrador
    pintao de negro por junto
    ¡como cajón de dijunto
    de tamañaso grandor!

    ¡Y qué le parece hermano!
    Le dije, ¿hay que churrasquiar?
    Aber patrón nos va a abiar
    con algo que tenga a mano.
    Sino, es cosa de un ratito
    armarnos de un asador,
    de ese membrillo cantor
    y chantarle un churrasquito.
    Que entre los gauchos cumplidos,
    pocas güeltas debe haber,
    pedir, pagar, y querer
    son siempre güenos partidos.
    Pero el gringo no era lerdo,
    y no se enredó en las cuartas,
    pronto llegó con dos sartas
    de chorizos, ¡puro cerdo!

    Ansí me gusta amigaso
    usté está bien engrasao,
    de juro ha de estar sobao
    en la mordasa de un laso.

    Les asiguro en verdá
    que don Fruto era parlero,
    como loro barranquero
    de primera calida.




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