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Bartolomé José Gallardo
Blanca flor
¿A qué es puertas y ventanas
clavar con tanto rigor,
si de par en par abiertas
tengo las del corazón?
Así, con su madre a solas
lamenta su reclusión
la bella niña cenceña,
la del quebrado color,
de amargo llanto los ojos,
el pecho lleno de amor,
y de par en par abiertas
las puertas del corazón.
¡Madre, la mi madre, dice,
madre de mi corazón,
nunca yo al mundo naciera,
pues tan sin ventura soy!
Atended a las mis cuitas,
habed de mí compasión,
y de par en par abridme
las puertas del corazón.
Yo me levantara un día
cuando canta el ruiseñor,
el mes era de las flores,
a regar las del balcón.
Un caballero pasara
y me dijo: «¡Blanca Flor!»
Y de par en par abrióme
las puertas del corazón.
Si blanca, su decir dulce
colorada me paró;
yo callé, pero miréle,
¡nunca le mirara yo!
que de aquel negro mirar
me abrasó en llama de amor,
y de par en par le abrí
las puertas del corazón.
Otro día, a la alborada,
me cantara esta canción:
«¿Dónde estás, la blanca niña,
blanco de mi corazón?»,
en laúd con cuerdas de oro
y de regalado son,
que de par en par me abriera
las puertas del corazón.
El es gallardo y gentil,
gala de la discreción;
si parla, encantan sus labios,
si mira, mata de amor;
y, cual si yo su sol fuera,
es mi amante girasol;
y abrióme de par en par
las puertas del corazón.
Yo le quiero bien, mi madre
(¡no me lo demande Dios!),
quiérole de buen querer,
que de otra manera no.
Si el querer bien es delito,
muchas las culpadas son
que de par en par abrieron
las puertas del corazón.
Vos madre, mal advertida,
me claváis reja y balcón;
clavad, madre, norabuena,
mas de esto os aviso yo:
cada clavo que claváis
es una flecha de amor,
que de par en par me pasa
las puertas del corazón.
Yo os obedezco sumisa,
y no me asomo al balcón:
«¿Qué no hable?» --Yo no hablo.
«¿Qué no mire?» --¿Miro yo?
Pero «que le olvide», madre…….
madre mía, olvidar no,
que de par en par le he abierto
las puertas del corazón.
En fin, vos amasteis, madre;
señora abuela riñó;
mas por fin vos os velasteis,
y a la fin fin nací yo.
Si vos reñís, como abuela,
yo amo cual amasteis vos
al que abrí de par en par
las puertas del corazón.