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La dana y la teta: lactancia, desastres y apoyo mutuo
En estos días estamos visualizando infinidad de imágenes y vídeos de gente retirando barro, voluntarios con palas limpiando los restos del desastre natural que ha asolado la costa levantina española. Otros colaboran organizando recogidas de bienes básicos o de libros donados para sacar dinero. Y también los hay que ofrecen gratis atención psicológica, sanitaria, etc. “El pueblo salva al pueblo” es el eslogan con el que se ha materializado, retórica y simbólicamente, lo que está sucediendo.
Las muestras de altruismo comunitario en momentos de desastre son abrumadoras, hasta el punto de que existen estudios científicos que analizan cómo se activa la solidaridad en situaciones de excepción, incertidumbre y vulnerabilidad extremas, como las guerras o la reciente pandemia.
Estas formas de altruismo social y solidaridad se denominan “apoyo mutuo”, término que es a la vez uno de los títulos fundacionales del pensamiento anarquista, el libro homónimo del naturalista y teórico político ruso Piotr Kropotkin.
También conocida como ayuda mutua, se considera el eje básico de las relaciones entre seres humanos y no humanos y se opone al concepto de competencia, tan paradigmático en la evolución natural.
En medio de los múltiples ejemplos de ayuda mutua a los que asistimos estos días, cabe resaltar el apoyo a la lactancia a través de iniciativas ciudadanas plurales: oferta de apoyo de matronas, asesoras de lactancia, madres en grupos horizontales de pares… Pero también a través de recomendaciones institucionales como las de la FEDALMA (Federación de Asociaciones de Lactancia Materna), que hace una llamada a la donación de leche materna.
En general, las autoridades sanitarias son muy explícitas al recomendar la lactancia materna como “el mejor alimento a ofrecer en caso de desastre natural por los beneficios conocidos para madre e hijo”.
El Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna, aprobado en 1981 en la 34ª Asamblea Mundial de la Salud, protege y promueve la lactancia materna, evitando la donación de sucedáneos de leche materna, tetinas y biberones por sus posibles efectos negativos en la salud de la población infantil.
El código establece, entre otras cosas, que “no se deben entregar muestras gratuitas de leche de fórmula a las madres y ni a las embarazadas”. Y defiende la importancia de crear grupos de apoyo a este grupo poblacional para promover la lactancia materna y sus beneficios.
Si la lactancia siempre es valiosa, en una situación de desastre o emergencia su importancia crece porque los bebés son los más vulnerables durante las emergencias debido “a su alta susceptibilidad a las infecciones, su incapacidad para cuidar de sí mismos y sus necesidades específicas de alimentos y líquidos”.
Para colmo, los sucedáneos de fórmula normalmente se ofrecen para ser reconstituidos con agua, y el acceso a agua potable de calidad es una de las primeras cosas que puede verse comprometida en un contexto de desastre.
En lo que respecta a la madre, amamantar en circunstancias difíciles –con el contacto directo que implica con el cuerpo de la criatura– puede contribuir a rebajar el estrés, al aumentar los niveles de oxitocina y favorecer la calma de madre e hijo.
Por si fuera poco, la lactancia desempeña también un papel capital en la climatología, ya que reduce de manera significativa el impacto ecológico, ayudando así a frenar los embates del cambio climático, del que la actual dana en el levante español es solo una trágica muestra.
La ética de los desastres se plantea con una mirada específica desde la salud pública. Los deberes éticos (de carácter anticipatorio) en la preparación ante posibles catástrofes deberían extremarse de un modo efectivo en lo relativo a la lactancia para lograr el aumento de las tasas de lactancia a nivel mundial en aras del bienestar materno-infantil, con una dimensión universal. (Ester Massó Guijarro/Universidad de Granada)