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Una expedición científica revela un cambio climático extremo en la edad Messiniense que determinó una crisis biológica sin precedentes
La diversidad, abundancia y características de las trazas fósiles de esa época muestran grandes cambios en la salinidad, temperatura y oxigenación de las aguas del Mediterráneo.
El análisis y la interpretación de las trazas fósiles aparecidas en los sondeos de un programa de investigación oceánica en el que ha participado el catedrático de Paleontología y experto en investigación icnológica de la Universidad de Granada Francisco Javier Rodríguez Tovar, han arrojado nuevos datos sobre la Crisis de Salinidad del Messiniense, revelando un cambio paleoambiental extremo que afectó a parámetros como la salinidad, la temperatura y la oxigenación de las aguas del Mediterráneo, provocando una crisis biológica sin precedentes.
La expedición 401 «Intercambio Mediterráneo-Atlántico» del Programa Internacional para el Descubrimiento de los Océanos (IODP) se ha desarrollado entre los meses de diciembre y febrero en el buque de investigación JOIDES Resolution, recogiendo muestras frente al Sureste de Portugal, Huelva y el Mar de Alborán, con el objetivo de estudiar la evolución de la dinámica oceánica entre el Atlántico y el Mediterráneo durante los últimos 8 millones de años.
El análisis detallado de los sondeos realizados durante la expedición ha permitido evaluar su impacto en el cambio climático y ambiental tanto a escala global como regional, con especial atención a la denominada «Crisis de Salinidad del Messiniense», cuando el Mediterráneo se desecó parcialmente.
Los trabajos de investigación han permitido reconocer, además, la existencia de variaciones cíclicas asociadas a cambios paleoclimáticos inducidos orbitalmente.
Los expertos han podido caracterizar cambios paleoclimáticos de escala orbital y suborbital desde el Tortoniense, con un importante registro de aquellos relacionados con variaciones en la orientación del eje de rotación terrestre (precesión).
La evolución de estos cambios desde hace 8 millones de años puede ser clave para mejorar el conocimiento del clima actual y su evolución futura.
Durante la expedición, se han reconocido diferentes facies (rocas sedimentarias) marinas profundas que reflejan la interacción entre distintos procesos de depósito relacionados con el momento en que el Atlántico comenzó a recibir influencia de las masas de agua desde el Mediterráneo.
El registro de contornitas en los testigos de sondeos analizados destaca como una clara evidencia de la actividad de corrientes de fondo asociadas a la evolución de los corredores oceánicos que existían en aquel momento, uno en el norte de Marruecos y otro a través del sur de España.
Los datos obtenidos permitirán caracterizar el comienzo del intercambio entre el Atlántico y el Mediterráneo, y evaluar su incidencia sobre el cambio climático global.
Sobre la base de estos trabajos preliminares, a partir del próximo mes de julio se realizará un estudio detallado de los sondeos almacenados en el repositorio del IODP en Bremen (Alemania), que permitirá avanzar en una investigación de alta resolución, integrando información de las diferentes disciplinas implicadas en el proyecto (micropaleontología, icnología, geoquímica orgánica e inorgánica, propiedades físicas, paleomagnetismo o sedimentología).
Además, al tratarse de una expedición híbrida, junto con la campaña oceanográfica está programada también la realización de sondeos en tierra. En concreto, en los próximos años se completarán los resultados con los que se obtengan de las campañas del Programa Internacional de Perforación Científica Continental (ICDP), en el que se recuperarán testigos del Mioceno tanto en la Cuenca del Guadalquivir, al oeste de Sevilla, como en la Cuenca Surrifeña, al norte de Marruecos. (UGR)