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    Federico García Lorca

    ¡Cigarra!

    3 de agosto de 1918
    (Fuente Vaqueros, Granada)
    A María Luisa


    ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Que sobre el lecho de tierra
    Mueres borracha de luz.

    Tú sabes de las campiñas
    El secreto de la vida,
    Y el cuento del hada vieja
    Que nacer hierba sentía
    En ti quedóse guardado.

    ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues mueres bajo la sangre
    De un corazón todo azul.

    La luz es Dios que desciende,
    Y el sol
    Brecha por donde se filtra.

    ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues sientes en la agonía
    Todo el peso del azul.

    Todo lo vivo que pasa
    Por las puertas de la muerte
    Va con la cabeza baja
    Y un aire blanco durmiente.
    Con habla de pensamiento.
    Sin sonidos...
    Tristemente,
    Cubierto con el silencio
    Que es el manto de la muerte.

    Mas tú, cigarra encantada,
    Derramando son, te mueres
    Y quedas transfigurada
    En sonido y luz celeste.

    ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues te envuelve con su manto
    El propio Espíritu Santo,
    Que es la luz.

    ¡Cigarra!
    Estrella sonora
    Sobre los campos dormidos,
    Vieja amiga de las ranas
    Y de los oscuros grillos,
    Tienes sepulcros de oro
    En los rayos tremolinos
    Del sol que dulce te hiere
    En la fuerza del Estío,
    Y el sol se lleva tu alma
    Para hacerla luz.

    Sea mi corazón cigarra
    Sobre los campos divinos.
    Que muera cantando lento
    Por el cielo azul herido
    Y cuando esté ya expirando
    Una mujer que adivino
    Lo derrame con sus manos
    Por el polvo.

    Y mi sangre sobre el campo
    Sea rosado y dulce limo
    Donde claven sus azadas
    Los cansados campesinos.

    ¡Cigarra!
    ¡Dichosa tú!
    Pues te hieren las espadas invisibles
    Del azul.




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