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    Fernando de Herrera

    Canción 1

    Voz de dolor, y canto de gemido,
    y espíritu de miedo, embuelto en ira,
    hagan principio acerbo a la memoria
    d' aquel día fatal, aborrecido,
    que Lusitania mísera suspira,
    desnuda de valor, falta de gloria;
    y la llorosa istoria
    asombre con orror funesto y triste
    dend' el Áfrico Atlante y seno ardiente,
    hasta do el mar d' otro color se viste;
    y do el límite roxo d' Oriënte,
    y todas sus vencidas gentes fieras,
    vên tremolar de Cristo las vanderas.

    Ay de los que pasaron, confiados
    en sus cavallos y en la muchedumbre
    de sus carros, en ti Libia desierta;
    y, en su vigor y fuerças engañados,
    no alçaron su esperança a aquella cumbre
    d' eterna luz; mas con sobervia cierta
    se ofrecieron la incierta
    vitoria, y sin bolver a Dios sus ojos,
    con ierto cuello y coraçón ufano
    sólo atendieron siempre a los despojos;
    y el santo d' Israel abrió su mano,
    y los dexó; y cayó en despeñadero
    el carro, y el cavallo y cavallero.

    Vino el día cruel, el día lleno
    d' indinación, d' ira y furor, que puso
    en soledad y en un profundo llanto
    de gente, y de plazer el reino ageno.
    El cielo no alumbró, quedó confuso
    el nuevo Sol, presago de mal tanto;
    y con terrible espanto,
    el Señor visitó sobre sus males,
    para umillar los fuertes arrogantes;
    y levantó los bárbaros no iguales,
    que con osados pechos y constantes,
    no busquen oro; mas con crudo hierro
    venguen la ofensa y cometido ierro.

    Los impios y robustos, indinados,
    las ardientes espadas desnudaron
    sobre la claridad y hermosura
    de tu gloria y valor; y no cansados
    en tu muerte, tu onor todo afearon,
    mesquina Lusitania sin ventura;
    y con frente segura
    rompieron sin temor, con fiero estrago
    tus armadas escuadras y braveza.
    L' arena se tornó sangriento lago,
    la llanura con muertos aspereza;
    cayó en unos vigor, cayó denuedo,
    mas en otros desmayo y torpe miedo.

    ¿Son éstos por ventura, los famosos,
    los fuertes y belígeros varones,
    que conturbaron con furor la tierra,
    que sacudieron reinos poderosos,
    que domaron las órridas naciones,
    que pusieron desierto en cruda guerra
    cuanto enfrena y encierra
    el mar Indo, y feroces destruyeron
    grandes ciudades? ¿Do la valentía?
    ¿Cómo así s' acabaron y perdieron
    tanto eroico valor en solo un día;
    y lexos de su patria derribados,
    no fueron justamente sepultados?

    Tales fueron aquestos, cual hermoso
    cedro del alto Líbano, vestido
    de ramos, hojas, con ecelsa alteza;
    las aguas lo criaron poderoso,
    sobre empinados árboles subido,
    y se multiplicaron en grandeza
    sus ramos con belleza;
    y, estendiendo su sombra, s' anidaron
    las aves que sustenta el grande cielo;
    y en sus hojas las fieras engendraron,
    y hizo a mucha gente umbroso velo,
    no igualó en celsitud y hermosura
    jamás árbol alguno a su figura.

    Pero elevóse con su verde cima,
    y sublimó la presunción su pecho,
    desvanecido todo y confiado;
    haziendo de su alteza sólo estima.
    Por eso Dios lo derribó deshecho,
    a los impios y agenos entregado,
    por la raíz cortado;
    qu' opreso de los montes arrojados,
    sin ramos y sin hojas, y desnudo,
    huyeron dél los ombres espantados;
    que su sombra tuvieron por escudo;
    en su ruina y ramos, cuantas fueron,
    las aves y las fieras se pusieron.

    Tú, infanda Libia, en cuya seca arena
    murió el vencido reino Lusitano,
    y s' acabó su generosa gloria;
    no estés alegre y d' ufanía llena;
    porque tu temerosa y flaca mano
    uvo sin esperança, tal vitoria,
    indina de memoria;
    que si el justo dolor mueve a vengança
    alguna vez el Español corage,
    despedaçada con aguda lança,
    compensarás muriendo el hecho ultrage;
    y Luco amedrentado, al mar inmenso
    pagará d' Africana sangre el censo.




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