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    Fray Luis de León

    Noche serena

    Cuando contemplo el cielo
    de innumerables luces adornado,
    y miro hacia el suelo,
    de noche rodeado,
    en sueño y en olvido sepultado,

    el amor y la pena
    despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
    despiden larga vena
    los ojos hechos fuente,
    Loarte, y digo al fin con voz doliente:

    «Morada de grandeza,
    templo de claridad y de hermosura:
    mi alma que a tu alteza
    nació, ¿qué desventura
    la tiene en esta cárcel, baja, oscura?

    «¿Qué mortal desatino
    de la verdad aleja ansí el sentido,
    que de tu bien divino
    olvidado, perdido,
    sigue la vana sombra, el bien fingido?

    «El hombre está entregado
    al sueño, de su suerte no cuidando,
    y con paso callado
    el cielo, vueltas dando,
    las horas del vivir le va hurtando.

    «¡Ay!, despertad, mortales!
    Mirad con atención en vuestro daño.
    ¿Las almas inmortales,
    hechas a bien tamaño,
    podrán vivir de sombra y sólo engaño?

    «¡Ay!, levantad los ojos
    a aquella celestial eterna esfera:
    burlaréis los antojos
    de aquesta lisonjera
    vida, con cuanto teme y cuanto espera.

    «¿Es más que un breve punto
    el bajo y torpe suelo, comparado
    con aquel gran trasunto,
    do vive mejorado
    lo que es, lo que será, lo que ha pasado?

    «Quien mira el gran concierto
    de aquellos resplandores eternales,
    su movimiento cierto,
    sus pasos desiguales,
    y en proporción concorde tan iguales:

    «la luna cómo mueve
    la plateada rueda, y va en pos de ella
    la luz do el saber llueve,
    y la graciosa estrella
    de Amor la sigue reluciente y bella;

    «y cómo otro camino
    prosigue el sanguinoso Marte airado,
    y el Júpiter benino,
    de bienes mil cercado,
    serena el cielo con su rayo amado.

    «Rodéase en la cumbre
    Saturno, padre de los siglos de oro;
    tras él la muchedumbre
    del reluciente coro
    su luz va repartiendo y su tesoro.»

    ¿Quién es el que esto mira,
    y precia la bajeza de la tierra,
    y no gime y suspira
    por romper lo que encierra
    el alma, y de estos bienes la destierra?

    Aquí vive el contento,
    aquí reina la paz; aquí, asentado
    en rico y alto asiento
    está el Amor sagrado,
    de glorias y deleites rodeado.

    Inmensa hermosura
    aquí se muestra toda, y resplandece
    clarísma luz pura
    que jamás anochece:
    eterna primavera aquí florece.

    ¡Oh, campos verdaderos!
    ¡Oh, prados con verdad frescos y amenos!
    ¡Riquísimos mineros!
    ¡Oh, deleitosos senos!
    ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!




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