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    Garcilaso de la Vega

    El aspereza de mis males quiero

    El aspereza de mis males quiero
    que se muestre también en mis razones,
    como ya en los efetos se ha mostrado;
    Lloraré de mi mal las ocasiones,
    sabrá el mundo la causa porque muero,
    y moriré a lo menos confesado,
    Pues soy por los cabellos arrastrado
    de un tan desatinado pensamiento
    que por agudas peñas peligrosas,
    por matas espinosas,
    corre con ligereza más que el viento,
    bañando de mi sangre la carrera.
    y para más despacio atormentarme,
    llévame alguna vez por entre flores,
    a do de mis tormentos y dolores
    descanso y dellos vengo a no acordarme;
    mas él a más descanso no me espera:
    antes, como me ve desta manera,
    con un nuevo furor y desatino
    torna a seguir el áspero camino.

    No vine por mis pies a tantos daños:
    fuerzas de mi destino me trajeron
    y a la que me atormenta me entregaron.
    Mi razón y juicio bien creyeron
    guardarme como en los pasados años
    de otros graves peligros me guardaron,
    mas cuando los pasados compararon
    con los que venir vieron, no sabían
    lo que hacer de sí ni dó meterse,
    que luego empezó a verse
    la fuerza y el rigor con que venían.
    Mas de pura vergüenza costreñida,
    con tardo paso y corazón medroso
    al fin ya mi razón salió al camino;
    Cuanto era el enemigo más vecino,
    tanto más el recelo temeroso
    le mostraba el peligro de su vida;
    Pensar en el dolor de ser vencida
    la sangre alguna vez le calentaba,
    mas el mismo temor se la enfriaba.

    Estaba yo a mirar, y peleando
    en mi defensa, mi razón estaba
    cansada y en mil partes ya herida,
    y sin ver yo quien dentro me incitaba
    ni saber cómo, estaba deseando
    que allí quedase mi razón vencida
    Nunca en todo el proceso de mi vida
    cosa se me cumplió que desease
    tan presto como aquesta, que a la hora
    se rindió la señora
    y al siervo consintió que gobernase
    y usase de la ley del vencimiento.
    Entonces yo sentíme salteado
    de una vergüenza libre y generosa;
    corríme gravemente que una cosa
    tan sin razón hubiese así pasado;
    Luego siguió el dolor al corrimiento
    de ver mi reino en mano de quien cuento,
    que me da vida y muerte cada día,
    y es la más moderada tiranía.

    Los ojos, cuya lumbre bien pudiera
    tornar clara la noche tenebrosa
    y escurecer el sol a mediodía,
    me convirtieron luego en otra cosa,
    En volviéndose a mí la vez primera
    con la calor del rayo que salía
    de su vista, que en mí se difundía;
    y de mis ojos la abundante vena
    de lágrimas, al sol que me inflamaba,
    no menos ayudaba
    a hacer mi natura en todo ajena
    de lo que era primero. Corromperse
    sentí el sosiego y libertad pasada,
    y el mal de que muriendo estó engendrarse,
    y en tierra sus raíces ahondarse
    tanto cuanto su cima levantada
    sobre cualquier altura hace verse;
    El fruto que de aquí suele cogerse
    mil es amargo, alguna vez sabroso,
    mas mortífero siempre y ponzoñoso.

    De mí agora huyendo, voy buscando
    a quien huye de mí como enemiga,
    que al un error añado el otro yerro,
    y en medio del trabajo y la fatiga
    estoy cantando yo, y está sonando
    de mis atados pies el grave hierro.
    Mas poco dura el canto si me encierro
    acá dentro de mí, porque allí veo
    un campo lleno de desconfianza:
    Muéstrame la esperanza
    de lejos su vestido y su meneo,
    mas ver su rostro nunca me consiente;
    torno a llorar mis daños, porque entiendo
    que es un crudo linaje de tormento
    para matar aquel que está sediento
    mostralle el agua por que está muriendo,
    de la cual el cuitado juntamente
    la claridad contempla, el ruido siente,
    mas cuando llega ya para bebella,
    gran espacio se halla lejos della.

    De los cabellos de oro fue tejida
    la red que fabricó mi sentimiento,
    do mi razón, revuelta y enredada,
    con gran vergüenza suya y corrimiento,
    sujeta al apetito y sometida,
    en público adulterio fue tomada,
    del cielo y de la tierra contemplada.
    Mas ya no es tiempo de mirar yo en esto,
    pues no tengo con qué considerallo,
    y en tal punto me hallo
    que estoy sin armas en el campo puesto,
    y el paso ya cerrado y la huida.
    ¿Quién no se espantará de lo que digo?,
    Que es cierto que he venido a tal estremo
    que del grave dolor que huyo y temo
    me hallo algunas veces tan amigo
    que en medio de él, si vuelvo a ver la vida
    de libertad, la juzgo por perdida,
    y maldigo las horas y momentos
    gastadas mal en libres pensamientos.

    No reina siempre aquesta fantasía,
    que en imaginación tan variable
    no se reposa un hora el pensamiento:
    viene con un rigor tan intratable
    a tiempos el dolor que al alma mía
    desampara, huyendo, el sufrimiento.
    Lo que dura la furia del tormento,
    no hay parte en mí que no se me trastorne
    y que en torno de mí no esté llorando,
    de nuevo protestando
    que de la vía espantosa atrás me torne.
    Esto ya por razón no va fundado,
    ni le dan parte dello a mi juicio,
    que este discurso todo es ya perdido,
    mas es en tanto daño del sentido
    este dolor, y en tanto perjuicio,
    que todo lo sensible atormentado,
    del bien, si alguno tuvo, ya olvidado
    está de todo punto, y sólo siente
    la furia y el rigor del mal presente.

    En medio de la fuerza del tormento
    una sombra de bien se me presenta,
    do el fiero ardor un poco se mitiga:
    Figúraseme cierto a mí que sienta
    alguna parte de lo que yo siento
    aquella tan amada mi enemiga
    (es tan incomportable la fatiga
    que si con algo yo no me engañase
    para poder llevalla, moriría
    y así me acabaría
    sin que de mí en el mundo se hablase),
    Así que del estado más perdido
    saco algún bien. Mas luego en mí la suerte
    trueca y revuelve el orden: que algún hora
    si el mal acaso un poco en mí mejora,
    aquel descanso luego se convierte
    en un temor que me ha puesto en olvido
    aquélla por quien sola me he perdido,
    Así del bien que un rato satisface
    nace el dolor que el alma me deshace.

    Canción, si quien te viere se espantare
    de la instabilidad y ligereza
    y revuelta del vago pensamiento,
    estable, grave y firme es el tormento,
    le di, que es causa cuya fortaleza
    es tal que cualquier parte en que tocare
    la hará revolver hasta que pare
    en aquel fin de lo terrible y fuerte
    que todo el mundo afirma que es la muerte.




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