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    Garcilaso de la Vega

    La soledad siguiendo

    La soledad siguiendo,
    rendido a mi fortuna,
    me voy por los caminos que se ofrecen,
    por ellos esparciendo
    mis quejas de una en una
    al viento, que las lleva do perecen;
    puesto que ellas merecen
    ser de vos escuchadas,
    pues son tan bien vertidas
    he lástima que todas van perdidas
    por donde suelen ir las remediadas;
    A mí se han de tornar,
    adonde para siempre habrán de estar.

    Mas ¿qué haré, señora,
    en tanta desventura?
    ¿A dónde iré si a vos no voy con ella?
    ¿De quién podré yo agora
    valerme en mi tristura
    si en vos no halla abrigo mi querella?
    Vos sola sois aquella
    con quien mi voluntad
    recibe tal engaño
    que, viéndoos holgar siempre con mi daño,
    me quejo a vos como si en la verdad
    vuestra condición fuerte
    tuviese alguna cuenta con mi muerte.

    Los árboles presento,
    entre las duras peñas,
    por testigo de cuanto os he encubierto;
    de lo que entre ellas cuento
    podrán dar buenas señas,
    si señas pueden dar del desconcierto.
    Mas ¿quién tendrá concierto
    en contar el dolor,
    que es de orden enemigo?
    No me den pena, pues, por lo que ora digo,
    que ya no me refrenará el temor:
    ¡quién pudiese hartarse
    de no esperar remedio y de quejarse!

    Mas esto me es vedado
    con unas obras tales
    con que nunca fue a nadie defendido,
    que si otros han dejado
    de publicar sus males,
    llorando el mal estado a que han venido,
    señora, no habrá sido
    sino con mejoría
    y alivio en su tormento;
    mas ha venido en mí a ser lo que siento
    de tal arte que ya en mi fantasía
    no cabe, y así quedo
    sufriendo aquello que decir no puedo.

    Si por ventura estiendo
    alguna vez mis ojos
    por el proceso luengo de mis daños,
    con lo que me defiendo
    de tan grandes enojos
    solamente es, allí, con mis engaños;
    mas vuestros desengaños
    vencen mi desvarío
    y apocan mis defensas.
    Sin yo poder dar otras recompensas
    sino que, siendo vuestro más que mío,
    quise perderme así
    por vengarme de vos, señora, en mi.

    Canción, yo he dicho más que me mandaron
    y menos que pensé;
    no me pregunten más, que lo diré.




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