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    José María Gabriel y Galán

    Canción

    Aquí se siente a Dios. En el reposo
    de este dulce aislamiento
    un fecundo sentido religioso
    preside el pensamiento.
    Derrámase por uno de dulzuras
    ambiente equilibrado,
    y en él cosecha las ideas puras
    de que está penetrado.
    Y sereno después, las alas tiende
    y escala el firmamento,
    seguro como el pájaro que hiende
    su apropiado elemento.
    Entonces toca el alma lo profundo
    del alto amor sin nombre
    y quisiera que un templo fuera el mundo
    y un sacerdote el hombre.
    El mundo, el hombre! Tras el doble abismo,
    sólo esto es luminoso:
    cuán feliz puede hacerse el hombre mismo,
    y el mundo, cuán hermoso!
    Desde este solitario apartamiento
    del monte sosegado
    contemplo el armonioso movimiento
    de todo lo creado.
    ¡El trabajo es la ley! Todo se agita
    todo prosigue el giro,
    que le marca esa ley por Dios escrita,
    dondequiera que miro.
    Aquel pardo milano, vagabundo
    buscando va la presa,
    que le cuesta medir ese profundo
    vacío que atraviesa.
    Riega el labriego la feraz besana
    con sudor de su frente,
    si rubio trigo le ha de dar mañana
    para nutrir su gente.
    Quiere la golondrina nido blando
    para el amor sentido,
    y mis ojos fatiga acarreando
    pajuelas para el nido.
    A los vientos la abeja se encadena
    y la hormiga al sendero,
    para llenar aquel su colmena
    y estotra su granero.
    La mansa yunta trabajosamente
    tira del tosco arado,
    y el pesado mastín va diligente
    detrás de su ganado.
    ¡Todo el trabajo se ligó fecundo!
    ¿Y yo he de estar ocioso?
    ¿Y yo he de ser estéril un mundo
    nacido fructuoso?}
    ¡Arriba. arriba! ¡El corazón al cielo
    y a la tierra los brazos!
    ¡A la suerte del mundo unirme anhelo
    con mis estrechos lazos!
    ¡La pluma, los cinceles, la mancera,
    la espada victoriosa!...
    ¡Dadme lo que queráis, que abierta espera
    mi mano vigorosa!
    Sí, sé cantar, te elevaré canciones,
    ¡Oh Patria infortunada!
    que mil hay en tu amor inspiraciones
    par ala lira airada.
    Si es la piedra a mis manos obediente,
    venga el cincel a ellas,
    que el suelo patrio sembrará mi mente
    de creaciones bellas.
    Si hace falta una mano y una vida,
    dad a aquella una espada
    y toma tú mi sangre; ¡oh dolorida
    Patria desventurada!
    Y si mi fuerte, pero ruda mano
    sólo puede servirte
    para en los surcos enterrar el grano
    que de oro puede henchirte,
    para en tus vegas derramar tus ríos,
    para abonar tus tierras,
    y coronar de montes tus baldíos
    y enriquecer tus sierras...
    entonces no me arrojes al semblante
    deberes no cumplidos,
    porque yo soy d hijo más amante
    de tus campos queridos,
    y para hacer esta canción honrada
    que el alma me pidiera
    he dejado un momento abandonada
    mi tosca podadera...




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