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José Ortega Munilla
Los sorianitos ante el alcalde
Al día siguiente, los hijos de Dióscoro Cerdera, comparecieron ante el Alcalde de Santa Cristina. Y él les manifestó, que, el Secretario del Ayuntamiento iba a comunicarles un documento que les importaba mucho. Llegó el Secretario con un pliego abultado. Sentose a la diestra de Su Señoría y, después de requerir del portero una vela, porque faltaba la luz, en un ambiente de tempestad amenazador, comenzó la lectura del documento.
Si lo copiáramos, habíamos de dedicar la mitad de este libro a esa información burocrática. El sentido de ella era el siguiente:
El Cónsul de Buenos Aires, comunicaba, en virtud de nota del agente consular de Resistencia, que había fallecido en la Estancia de los Quebrachos de San Rafael, el súbdito español Roque Lanceote y Mesnera, soltero, de 72 años, poseedor de cuantiosa fortuna, que legaba íntegramente a su primo Dióscoro Cerdera, residente en Pareduelas Albas, lugarejo de la provincia de Soria, sin más obligación ni requerimiento que del que él, el dicho Dióscoro Cerdera o sus habientes, concurriesen legalmente autorizados ante la agencia consular de Resistencia, para ponerles en posesión de los bienes del que iba a fallecer. Y allí les serían dadas las instrucciones que convenían para el total éxito de la voluntad del moribundo. A esta declaración seguían otras, en las que constaba el fallecimiento de Roque Lanceote, el depósito, en la agencia consular de Resistencia, de los bienes del muerto, y de una cartera, lacrada, que había de ser puesta en manos de los legítimos herederos, con la obligación de cumplir lo que en un codicilo secretísimo se establecía.
Y el Alcalde de Santa Cristina, después de leer lo que leer debiera, concluyó:
-Sois los hijos del buen soriano Dióscoro Cerdera. Os transmito la voluntad de vuestro pariente Roque Lanceote; y añado que el Vicecónsul de Resistencia, lugar de la República Argentina, me ha girado fondos con los que podéis trasladaros decorosamente a aquellas tierras. Decidme, pues, si estáis propensos a realizar esta empresa. Y el Fiscal Municipal, tutor de los huérfanos, os requiere conmigo para que digáis la verdad de si os sentís animados a ese largo y peligroso viaje. Si así lo resolvierais, os acompañaría la protección del Estado Español, aparte la de sorianos ilustres, que en la República Argentina viven, y allí han aumentado la gloria de estos pueblos en los que, trabajar es hábito, sufrir es costumbre, estudiar es condición natural de los aquí nacidos, y honrar a la Patria el ansia de todos...
Próspero contestó:
-Señor Alcalde: Yo he oído hablar a mi madre Aquilina de ese pariente Roque Lanceote. Mi madre rezaba cada día con nosotros un Padre nuestro, suponiendo que ya no existiera. Nada sabía ella de que el tío Roque fuese rico. Sólo sabía que era muy valiente.
Y luego Próspero, mirando a sus hermanos, les dijo:
-¿Creéis que debemos seguir este nuevo camino que se nos ofrece?
Generoso y Basilio menearon sus cabezas, sin saber lo que debían contestar.
Al fin, el más pequeño, abrazándose a Próspero, dijo:
-Lo que tu quieras, lo que tu mandes... Somos tus hijos.
El Alcalde había presenciado desde su sillón la escena, y aunque rústico, y acaso por ser rústico, sentía hondamente la emoción del caso.
-Venid -dijo-, venid a mí, hijos míos, hijos huérfanos. Yo os abrazo y os bendigo. Tierra es esta de aventureros y emigrantes. En la República Argentina hay muchos de nuestra raza. Ellos trabajan, ellos gobiernan no pocos negocios mercantiles e industriales. Seguid esa enseñanza y ventilad allá el pleito de vuestro alnado Roque Lanceote. Recoged los haberes, dejando al amparo de algún pariente o amigo, lo que aquí poseéis, en lo que intervendrá el Fiscal, vuestro natural tutor; y partid en camino de esa aventura. El día 22 de febrero surtirá de Cádiz el vapor de la Compañía de D. Antonio López, que está de turno para el viaje a Buenos Aires. Tendréis asegurado el pasaje y toda la protección que el insigne Marqués de Comillas otorga a los niños que emigran. Iréis provistos de la documentación oficial. En Cádiz, acudiendo a quien se os indicará en una carta, recibiréis todo género de auxilios y protecciones. Al llegar a Buenos Aires, tendréis en el Consulado el protocolo de la instancia y la ayuda oficial, que ha de acompañaros siempre. Porque aunque este pueblecito sea tan insignificante, tiene allá valedores, porque los sorianos gozan en la República Argentina de alto prestigio, por ser buenos, laboriosos y honrados...