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Micropartículas en el aire aumentan riesgo de ataques cardíacos
La contaminación del aire con micropartículas en suspensión, como químicos, hollín o metales pesados, afecta con mayor intensidad a los pacientes cardíacos durante el invierno, en especial en valles rodeados de montañas y con baja circulación de aire, lo que es frecuente en metrópolis como Ciudad de México, Bogotá o Santiago de Chile.
La inferencia se desprende de un estudio realizado una zona metropolitana del estado de Utah, en EEUU, llamada Wasatch Front, que hizo un seguimiento a más de 22.000 pacientes cardíacos entre 1999 y 2022, tanto en invierno como en verano.
Los investigadores, pertenecientes el Intermountain Health de Salt Lake City compararon las tasas de ataque cardíaco y dolor de pecho inestable (un predecesor de un ataque cardíaco) durante los momentos en que el aire tenía mayor concentración de micropartículas menores a 2,5 micras.
Este material, conocido como PM2,5, tiene un tamaño que lo hace 100 por ciento respirables y le permite viajar profundamente hacia los pulmones. En general, incluyen sustancias químicas orgánicas, polvo, hollín y metales pesados.
“Los efectos que pueden tener en el organismo, porque penetran más, van a depender del tóxico que acarreen. Si se trata de residuos mineros, por ejemplo, lo más probable es que traigan efectos más nocivos”, agrega Gabriel Maluenda, cardiólogo del Hospital San Borja Arriarán en Santiago de Chile, e investigador del Departamento de Medicina Interna Centro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, que no participó en el estudio.
A través de la investigación, los expertos determinaron que el aire contaminado potencia los eventos cardíacos, pero el riesgo y el tipo de evento cardíaco varían según la estación, explica el doctor Benjamin Horne, director de epidemiología genética y cardiovascular de Intermountain Health y autor principal del estudio.
Clave aquí son los fenómenos de inversión térmica, que se presenta cuando la temperatura en las capas superiores de la atmosfera es mayor a la que se registra en la superficie, cuando lo normal es que abajo sea más caliente que arriba.
El aire caliente sobre el aire más frío actúa como una tapa, atrapando el aire más frío en la superficie. Los fenómenos de inversión térmica hacen que el movimiento de los contaminantes se reduzca y se acumulen abajo.
“En invierno, cuando las inversiones de temperatura en los valles de alta montaña causan la acumulación en el aire de PM2,5 provenientes de los vehículos, la industria y otras fuentes humanas, las personas comenzaron a ser hospitalizadas por ataques cardíacos con mayor frecuencia desde el mismo día del aumento del material particulado”.
Según Horne, si bien las observaciones revelan que la exposición a PM2,5 es un factor que aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca, también sugiere que “durante el verano las personas están más dispuestas a ir al hospital rápidamente cuando sienten dolor de pecho, y recibir tratamiento” antes de que el cuadro clínico progrese a un ataque cardíaco.
“En invierno la gente esperaba más tiempo, tal vez debido al frío, la nieve y el mal clima, y esas últimas horas cruciales hicieron que su dolor en el pecho progresara hasta convertirse en un ataque cardíaco”.
Maluenda ratifica que esta situación de malas condiciones del aire por fenómenos de inversión térmica se replica en diferentes ciudades del continente.
“En Santiago de Chile, por ejemplo, estamos insertos en una cuenca con una alta presencia de microparticulado por la contaminación atmosférica proveniente de diferentes fuentes. Los meses de junio a agosto (invierno austral) son los que tienen peor ventilación, por lo que presentan más concentración de esas partículas y, por ende, se inhalan más”, explica Maluenda.
“Sabemos que tenemos una mucha mayor incidencia de infartos y eventos cardiovasculares en los meses más fríos y de mayor contaminación; eso coincide con el estudio. Y también ocurre con las crisis asmáticas y las infecciones estacionales que congestionan los centros de urgencia”, dice el médico chileno.
A partir de los resultados del estudio, Horne sugiere que, durante un día con mala calidad del aire lo mejor es limitar las actividades al aire libre y optar por espacios cerrados. (SciDev.Net)