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    Miguel Hernández Gilabert

    Campesino de España

    Traspasada por junio,
    por España y la sangre,
    se levanta mi lengua
    con clamor a llamarte.

    Campesino que mueres,
    campesino que yaces
    en la tierra que siente
    no tragar alemanes,
    no morder italianos:
    español que te abates
    con la nuca marcada
    por un yugo infamante,
    que traicionas al pueblo
    defensor de los panes:
    campesino, despierta,
    español, que no es tarde.

    Calabozos y hierros,
    calabozos y cárceles,
    desventuras, presidios,
    atropellos y hambres,
    eso estás defendiendo,
    no otra cosa más grande.
    Perdición de tus hijos,
    maldición de tus padres,
    que doblegas tus huesos
    al verdugo sangrante,
    que deshonras tu trigo,
    que tu tierra deshaces,
    campesino, despierta,
    español, que no es tarde.

    Retroceden al hoyo
    que se cierra y se abre,
    por la fuerza del pueblo
    forjador de verdades,
    escuadrones del crimen,
    corazones brutales,
    dictadores del polvo,
    soberanos voraces.

    Con la prisa del fuego,
    en un mágico avance,
    un ejército férreo
    que cosecha gigantes
    los arrastra hasta el polvo,
    hasta el polvo los barre.

    No hay quien sitie la vida,
    no hay quien cerque la sangre
    cuando empuña sus alas
    y las clava en el aire.

    La alegría y la fuerza
    de estos músculos parte
    como un hondo y sonoro
    manantial de volcanes.

    Vencedores seremos,
    porque somos titanes
    sonriendo a las balas
    y gritando: ¡Adelante!
    La salud de los trigos
    sólo aquí huele y arde.

    De la muerte y la muerte
    sois: de nadie y de nadie.
    De la vida nosotros,
    del sabor de los árboles.

    Victoriosos saldremos
    de las fúnebres fauces,
    remontándonos libres
    sobre tantos plumajes,
    dominantes las frentes,
    el mirar dominante,
    y vosotros vencidos
    como aquellos cadáveres.

    Campesino, despierta,
    español, que no es tarde.
    A este lado de España
    esperamos que pases:
    que tu tierra y tu cuerpo
    la invasión no se trague.




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