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    Pedro Calderón de la Barca

    Romance amoroso a una dama

    ¿No me conocéis, serranos?
    Yo soy el pastor de Filis,
    cera a su pecho de acero,
    esclavo a sus ojos libres.

    Huésped en vuestras riberas,
    oponer de amor me visteis
    a las armas vencedoras
    resistencias invencibles.

    Mas ¡ay! yo muerto, serranos;
    ¡ay, amor, ya me venciste!;
    los incendios de mis hielos
    tus poderes acrediten.

    Para matarme tus ojos,
    Filis, el amor elige;
    que a mayores vencimientos
    bastan los rayos que viste.

    A cuyo imperio süave,
    a cuya fuerza apacible
    no hay libertad que se exente,
    no hay exención que se libre.

    A tu beldad las beldades
    desconocidas se rinden,
    desde las que el Tetis beben,
    hasta las que el Ganges viven.

    Cuyo nombre el Gata ufano
    gloria le da más felice
    que sus arenas al Tajo,
    que sus imperios al Tíber.

    En tu alabanza mi efecto,
    entre efectos imposibles
    epiciclos fatigara;
    mas temo que espumas pise.

    Retírase, pues, cobarde,
    y tanta empresa remite,
    o de un águila a los vuelos
    o a los acentos de un cisne;

    que una voz ronca no puede
    ni puede una pluma humilde
    ultrajarte; que te ignora
    quien se atreve a describirte.

    Mis deseos igualmente
    que por divina te admiten,
    como a deidad te veneran
    y como a deidad te piden,

    así, pues, el tiempo nunca
    en ti con mudanza triste
    las rosas aje del rostro
    ni del cuello los jazmines;

    a la primavera hermosa
    que en tus mejillas asiste,
    en siempre floridos mayos
    goce perpetuos abriles;

    que admitas unos deseos,
    que una voluntad estimes,
    como atrevida en quererte,
    acordada en elegirte.

    Si tienes dueño, a tu dueño
    te hurta: mi mal te obligue,
    para que mi ardor aplaques,
    nieve a que a mi cuello apliques.

    Yo vi que hurtados a un muro
    a que pudieran asirse,
    le repartieron abrazos
    a un árbol unos jazmines.

    Tú verás que a mis deseos
    solicitan persuadirte
    yedra que dos olmos trepa,
    vid que dos álamos ciñe.

    Prisiones rompe el capullo
    avaramente sutiles
    el clavel, y fuera dellas
    con púrpura el aire tiñe

    pues te incitan sus ejemplos,
    Filis, sus ejemplos sigue;
    que si tú mi amor retornas,
    cierto estoy que Amor me envidie.




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