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Ramón de Mesonero Romanos
Despedida de Cádiz
MAJESTUOSO Occeáno, fuertes muros,
Ciudad ilustre, nobles ciudadanos,
Hijos felices de tan digna cuna,
Y vosotras también, bello ornamento
Del suelo afortunado que os sostiene,
Diosas de estos lugares de ventura,
Adiós quedad; desconsolado os dejo.
No ya mis ojos los alegres juegos,
Las bellas danzas, el reir gracioso
Alegres mirarán, ni apresurados
Recogerán las gracias celestiales
Del mirar vuestro; no ya mis oídos
Escucharán el seductor acento
Muy más süave que el murmullo grato
Del manso río, ó el cantar meloso
Del tierno ruiseñor enamorado.
No ya más, no; que la implacable suerte,
Torva la faz se me presenta, y quiere
Que de mi grata juventud los días
Entre zozobras y pesares corran.
Quiere que deje los alegres sitios
Do fui feliz, para llevarme.... ¿á dónde?
Ella lo sabe, y arrogante y fuerte
Me ordena obedecer; y yo, temblando,
Sigo la voz, y ni la débil mía
Oso elevar ni deshacer mis dudas;
Quizá el mar proceloso entre sus ondas
Me habrá de sepultar, ó arrebatarme
Tímido y contristado á otras orillas,
Si más hermosas, nunca tan felices;
Ó bien guiado por las turbias olas
Hacia el Betis seré, y el manso río
Me arrancará del mar á la bravura,
Y al seno bullicioso de su amada
Hispalis llevaráme, y sus riberas
Otra vez pisará mi planta incierta.
Quizá (mas ¡ay! que en el corazón mío
Apenas la esperanza halla cabida)
El natal suelo, idolatrado y bello,
Á pisar volveré, y las gratas voces
Oiré de los míos, y el aliento
Respiraré, primero de mi vida.
¡Oh destino cruel! Tú que inconstante
Dispones de mis días, y envidioso
Los robas al placer, tórname luego,
Tórname pronto á do corrieron gratas
De mi niñez las inocentes horas;
No de otro modo los momentos dulces
Que en el recinto de la bella Gades
Complacido viví, y de sus primores
La agradable ilusión olvidaría,
Y otra vez en mi pecho los placeres,
La alegría, el amor, la bienandanza,
Á ocupar su lugar tornaran luego.
Lejos de sustos, de amistad cercado,
Fuera felice, y la memoria grata
De dichas tantas, la ventura haría
De mi dulce vivir, y, entusiasmado,
Los pasados instantes recordara
De júbilo y placer bañado el pecho.
Sí, deliciosos sitios; los encantos
Que el cielo os concediera, en mi memoria
Impresos quedarán, y al recordarlos,
Nunca los sustos, nunca los temores
Que en vosotros pasé, en el alma mía
Cabida lograrán, que solos, solos
Ocuparéis mi mente entusiasmada.
Adiós te queda, Gades; y vosotras,
De la hercúlea ciudad hijas felices,
Adiós también quedad; y bondadosas,
De amor y gratitud el fiel tributo
Acoged que os dirijo, y complacidas
Las palabras leed que en mármol duro
Grabara un día mi obediente mano.
«Aquí Clarisio, á quien la impía suerte
»De su patria arrancó, feliz ha sido;
»¡Pueblo digno de amor! Sólo la muerte
»Te borrará de un pecho agradecido.»
Vamos, barquilla débil, y las ondas
Atrevidos surquemos, que el destino
Así lo quiere, y déspota y tirano,
Mi razón débil con su voz humilla.
Vamos, barquilla, pues; vamos, barquilla.
1823.