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    Tomás de Iriarte

    La ardilla y el caballo

    Mirando estaba un ardilla
    a un generoso alazán,
    que dócil á espuela y rienda,
    se adiestraba en galopar.

    Viéndole hacer movimientos
    tan veloces y a compás,
    de aquesta suerte le dijo
    con muy poca cortedad:
    Señor mío,
    de ese brío,
    ligereza,
    y destreza
    no me espanto;
    que otro tanto
    suelo hacer, y acaso más.
    Yo soy viva,
    soy activa;
    me meneo,
    me paseo,
    yo trabajo,
    subo y bajo,
    no me estoy quieta jamás.

    El paso detiene entonces
    el buen potro, y muy formal,
    en los términos siguientes
    respuesta a la ardilla da:
    Tantas idas
    y venidas,
    tantas vueltas
    y revueltas
    (quiero, amiga,
    que me diga),
    ¿son de alguna utilidad?
    Yo me afano;
    mas no en vano.
    Sé mi oficio,
    en servicio
    de mi dueño,
    tengo empeño
    de lucir mi habilidad.

    Con que algunos escritores
    ardillas también serán
    si en obras frívolas gastan
    todo el calor natural.




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