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Estudio de venenos de serpiente en la región requiere más inversión
Si bien en los últimos años hubo avances significativos en investigaciones sobre los venenos de serpientes y sus antídotos en América Latina, aún hay mucho por hacer en esta materia, que atañe a los sistemas de salud de los países de la región y a los pacientes que dependen de ellos.
“América Latina tiene una fauna de serpientes una gran diversidad de especies. En nuestra región hay una tradición importante en el estudio de las serpientes y sus venenos, que permitió contar con un bagaje de conocimiento e información sobre este tema. Diversos grupos en la región efectuaron aportes significativos”, aseguró José María Gutiérrez, profesor emérito del Instituto Clodomiro Picado, de la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica.
Según el científico, considerado una autoridad mundial en el estudio de las serpientes, varios países de la región hicieron aportes significativos sobre los venenos de estos reptiles.
Si bien Brasil es el país con la mayor tradición y mayor cantidad de científicos trabajando en el tema, afirma que otros grupos de investigación que han hecho aportes están en Costa Rica, México, Argentina y Colombia.
En la región, según la Organización Panamericana de la Salud, más de 57.000 personas al año son mordidas por serpientes, con una tasa de letalidad del 0,6 por ciento. Cerca de 1.900 sufren discapacidades.
En Brasil es uno de los países con mayor diversidad de especies de serpientes, estimadas en 380 especies que incluyen desde inofensivas culebras hasta yararás, boa constructoras y anacondas.
En investigación, los aportes del país son variados, e incluyen desde la primera secuenciación genética de una serpiente brasilera realizada por científicos del Instituto Butantan, hasta un análisis reciente sobre el uso de moléculas derivadas de venenos podrían conducir a tratamientos nuevos para malaria, chagas y leishmaniasis.
En Costa Rica, en tanto, se registran 144 especies de serpientes, pero solo 24 son capaces de afectar la salud de humanos y animales.
En Venezuela se estiman unas 200 especies, pero solo unas pocas especies son altamente venenosas, como la tigra mariposa (Bothrops venezuelensis), la mapanare (Bothrops colombiensis) y la cascabel (Crotalus durissus cumanensis).
En Colombia —donde se registran entre 4.000 y 5.500 mordeduras de serpientes al año—, científicos publicaron recientemente un estudio en la revista Toxins que revisó 52 artículos sobre venenos de serpientes en ese país y observó pocos análisis sobre las potenciales propiedades antibactericidas, antitumorales y otros usos terapéuticos de estas sustancias.
Según el estudio, de las casi 300 especies de serpientes reportadas en Colombia, unas 50 están categorizadas como venenosas, pero solo se generó conocimiento significativo de 15 venenos.
De esos 15 venenos se reportó la composición proteómica de nueve especies de la familia Viperidae (muchas consideradas altamente venenosas); se conoce la composición de tres venenos de serpientes coralinas colombianas, pertenecientes a la familila Elapidae (a las que se atribuyen casos de envenenamiento más severos de Colombia) y algunos análisis de tres especies de Colubridae, conocidas como culebras.
Los autores de la revisión, pertenecientes a la Universidad de Antioquia (Colombia), analizaron la información disponible sobre los efectos biológicos, análisis proteómicos (referentes al estudio a escala de las proteínas) y el uso potencial de venenos y toxinas de serpientes de Colombia.
Así identificaron que las publicaciones científicas existentes refieren a aplicaciones farmacológicas de los venenos y descripción sobre sus actividades bactericida, antimalárica y tumoricida.
“Nuestros resultados muestran la variabilidad de efectos biológicos y de los componentes. Asimismo, explicamos la correlación que existe entre los efectos biológicos observados en ensayos in vitro y en animales con los efectos tóxicos observados en pacientes que fueron mordidos. Por otro lado, mostramos que los venenos de serpientes de Colombia tienen usos potenciales, indicando su alto valor bioprospectivo”, afirmó Jaime Andrés Pereañez, autor principal de la investigación.
El experto considera que esta información tiene el potencial de ser usada por toxinólogos y clínicos para entender mejor el envenenamiento derivado de una mordedura, proponer estrategias terapéuticas, mejorar las ya existentes y plantear usos de las toxinas presentes en los venenos. (SciDev.Net)