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    Vicente Barrantes Moreno

    La golondrina

    A bordo de un navío
    que en la ciudad hercúlea
    su ancla mojada en Chío
    lanzó a la mar cerúlea,
    en noche sosegada
    oí esta balada
    a un viejo marinero,
    inválido sin par
    que de su cuerpo mísero
    sembrado tiene el mar:
    -un pie en el Trocadero,
    -un brazo en Trafalgar.

    Como brilla en el cielo la luna
    suspendida de un hilo de plata
    peregrina
    golondrina
    en el aura meciéndose grata
    se distingue en el palo mayor.
    Es de aquella
    caravana
    que en la popa
    va galana,
    capitana;
    y con ella
    desde Europa
    va cumpliendo un hermoso destino,
    a adorar el sepulcro divino,
    a posarse en el monte Tabor.
    Guardia-marina
    de ojos azules,
    cabellos blondos,
    palabras dulces,
    ¿adónde llevas
    el arma lúgubre
    que bajo el brazo
    se te descubre?
    -La golondrina...
    ¡Ah! ¡no la apuntes!
    ¡Ah! no la mates,
    sin que la escuches.

    LA GOLONDRINA
    «Bajo mi pico
    »llevo un papel,
    »prenda de amores
    »de una mujer.
    »En él su vida,
    »su alma va en él...
    »¡lloraba tanto
    »cuando volé!...

    »¡Chis! vocingleras,
    »¡chis! compañeras,
    »¡chis! comadres, ¡chis! ¡chis! atended,
    »que son cosas más dulces que miel.

    »Me dio mil besos
    »por galardón
    »de la visita
    »que haré a su amor;
    »y cuando en mayo
    »luzca otro sol,
    »llevaré a España
    »contestación.»

    »¡Chis! vocingleras
    »¡chis! compañeras
    »¡chis! comadres, ¡chis! ¡chis! atención,
    »que estas cosas son cosas de amor.

    ¡Maldito el que los cantos del pájaro no entiende,
    que ese jamás del cielo la música escuchó!
    ¡Maldito el que los plomos a dirigir aprende!
    ¡Maldito el que la pólvora villana descubrió!

    Gemido lastimero de un alma casi muerta
    allá junto a las nubes oyose gorgear;
    la pobre golondrina cayó sobre cubierta,
    y de dolor gimieron los peces de la mar.

    El último aleteo del ave agonizante
    el pico ensangrentado cubrió con el papel;
    y de la bella ausente, de su perdida amante,
    el cazador artero memorias halló en él.
    -«¡Maldito el que la mate!» -al comenzar decía.
    -«¡Maldito el que la mate!» -el joven repitió;
    y en sangre entrambas manos manchadas se veía,
    y al mar para lavarse demente se arrojó.

    EL VIEJO MARINERO
    ¿No lloráis, como lloro,
    viejos, y niñas de cabellos de oro?
    solo lloré en la tumba de Gravina...
    ¡y al recordar la pobre golondrina!




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